Lo único, que me queda por hacer, es llorar ante la nada,
desgarrarme el alma llorando cosas que no están, llorando en la sala de espera
esperando a alguien que sé que no llegará… No tengo espadas para dar cara en
esta batalla, que día a día se hace más pesada y eterna. No hay espadas en mí
en mi armario, ni armaduras, ni menos escudos; ya no hay, porque los utilice
todos y ahora ya no tengo con qué protegerme. Es inútil pensar en un mañana
azulado y tranquilo, mientras mi alma lucha contra los fantasmas de mis
derrotas sin poder esconderse. Ya no hay espadas, para combatir las noches
oscuras y llenas de soledad que se refugian en mis ojos para luego estallar,
convertidas en gotas de cristal.
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